miércoles, 10 de agosto de 2011

Liberación de los Pueblos

Liberación De Los Pueblos

“Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la

prensa local.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata”

Eduardo Galeano

Según la historia universal, en 1492 se descubre un nuevo continente que más tarde se llamaría Las Indias Occidentales y luego América, el inesperado “descubrimiento” lo hizo España, que representaba unas de las potencia europeas de aquél tiempo. Esta nación no sólo impuso su religión y sus formas de organización política y social, si no que arrebató parte tangible e intangible de las formas de vida de la civilización mesoamericana. Los invasores, no escucharon el pensamiento de los pueblos originarios, despreciaron y abolieron todo aquello que consideraban malo a partir de juicios morales occidentales.

No hay que hablar pues de encuentro, de descubrimiento, sino de enfrentamiento de experiencias y de interpretaciones diferentes del mundo. El Yo europeo, -como lo llama Dussel- se veía a sí mismo como una superioridad divina frente al Otro primitivo. Lejos de descubrimiento, hay un encubrimiento del hombre moderno frente a la vida del indígena, no hubo lugar para el diálogo, fue un choque devastador, pues en lugar de reconocimiento e igualdad existió, desde el principio, la disimetría, el rechazo.

Esta misma historia de hace 500 años se repite hoy en México. Los pueblos originarios son una civilización negada por la clase dominante, una clase que se siente con la misión moral de “civilizar” a los demás. No se ha estimulado el desarrollo de las culturas mesoamericanas, por el contrario, se ha hecho lo posible por segregarla y sustituirla por otra es no es más que la cultura occidental norteamericanizada.

En México, los planes económicos de desarrollo que acarrea el sistema capitalista globalizador van encaminados a llevar al país a la modernidad, a copiar patrones culturales y de conductas ajenos a los nuestros, pero estos planes no consideran los efectos negativos, como si los otros no fueran humanos y como si los recursos de la tierra fueran infinitos.

El país posee un basto abanico multicultural: La población indígena se estima en 12 707 000 y se hablan 62 lenguas distintas[1]. Un modelo en vías de la modernidad implica la integración o la desaparición de los pueblos originarios, percibidos como un obstáculo que impide el desarrollo del país. ¿Acaso no son estos pueblos poseedores de conocimientos milenarios ejemplares?

La liberación emerge desde la periferia para hombres de la periferia, entonces la ética de la liberación, que va dirigida a los no liberados, está pensada desde y para la periferia, y cuando hay periferia existe un centro. Dussel, plantea que siempre hay un Otro oprimido y negado (por el centro), dicha opresión es justificada en aras del “bien”, pero el otro no es tomado en cuenta, ni si quiera es visto, tal es el caso de los pueblos originarios en México.

“La muerte de la mayoría implica una ética de la vida, y sus sufrimientos nos mueven a pensar, justificar su necesaria liberación de las cadenas que las apresan”[2]. La filosofía que expone Enrique Dussel, se presenta como una filosofía de la liberación, que parte desde la necesidad de los pueblos oprimidos, de los olvidados, de los ignorados por un nuevo orden mundial; para regresarles lo que le ha sido arrebatado. Para ello, considera necesario contrastar la experiencia europea de la Modernidad, con la experiencia latinoamericana de la modernidad, a partir de sus propios mundos de la vida.

En general, los pueblos originarios no sólo de México, si no de América Latina, necesitan liberarse de los estilos de vida ajenos que impone el eurocentrismo, estilos modernos que se presentan como hegemónicos, dominantes y excluyentes. Esto apunta a pensar que a la modernidad -eurocentrista- se le olvidó preguntarse por lo humano.

Dussel plantea que “la ética de la liberación, no pretende ser una filosofía crítica, se trata de una ética cotidiana, y a favor de las inmensas mayorías de la humanidad excluidas de la globalización, en la normalidad histórica vigente presente”[3]

Los medios de comunicación masiva en México están diseñados fundamentalmente para una parte del país que se quiere ver moderno. Las formas de vida de las culturas indias es tema irrelevante en la agenda nacional de los gobiernos y de la agenda setting de los medios de comunicación masiva. No están, no existen; por el contrario, hay cierta tendencia a lucrar con su imagen, al etnocidio. Se ocupan por desaparecer al indio.

“¿Qué hacen los medios de comunicación por los pueblos?, ¿Bajo que criterios se muestra su imagen?”. En ocasiones, sólo se recurre al indígena como orientación turística, para que sus actos ceremoniales de connotación sagrada sean vistos como un mero show ante los “ojos curiosos” de turistas extranjeros y nacionales que no dejan de ser eso, simples curiosos.

Los medios, ante todo, dibujan una realidad en el imaginario colectivo. Son portadores de paquetes de dominación y de los sistemas de control de la cultura. Las opiniones, las imágenes, los sonidos, las noticias, proponen un modo de entender la vida al que aspira una parte de México, inducen a comportamientos cada vez más norteamericanizados. “Aquellos individuos que actúan según los patrones de respuesta habituales en lugar del empleo de la consciencia inteligente no perciben las situaciones adecuadamente”[4] Estos mensajes descansan en la visión de un país hegemónico. Dussel llama a los excluidos de la comunidad como las victimas de la no-comunicación.

Tales actos nos hacen pensar que la ética de la vida, ética crítica de las victimas es meramente fantasía, que somos seres irracionales, puesto que “lo racional es la afirmación de la vida humana, auto concientes y de que tenemos que ser felices”[5]

La humanidad es cada vez menos humana. Hemos abandonado las actitudes hacía la vida, nos inunda la indiferencia frente a la realidad de los otros, hemos perdido la capacidad de demora en lo esencial por preferir las cosa banales y pasajeras. Hoy en día, la idea de la felicidad es proporcional a la cantidad de bienes acumulados. Mientras una parte del mundo son victimas recurrentes del consumismo para saciar su felicidad, la otra parte muere de hambre, sufre de enfermedades y su agonía parece invisible ante los ojos de la ambición materialista. Nos encontramos ante un limite, ante el sufrimiento y el abandono de los pueblos de la Tierra.

Podríamos pensar, quizás, en que una de las vías de solución a las desigualdades humanas la encontramos en la educación como “practica de la libertad y como acto de conocimiento, un acercamiento crítico a la realidad”[6] .

Los gobiernos claman con orgullo el hecho de que haya al menos una escuela en todos los rincones del país. Pero… ¿Qué educación?, ¿Con qué contenidos? Al igual que los medios de comunicación, en las escuelas se reproduce la ideología de la clase dominante, son un centro de afiliación a la cultura occidental, inundando de contenidos ajenos al contexto.

En Historia se nos enseña que los pueblos indígenas: los zapotecos, los mixtecos, existieron hace cientos de años, que resistieron a la conquista, sí, pero que al final perecieron. Los libros de texto nos muestran la presencia de los pueblos como un mundo pasado, como un mundo muerto, resaltando muchos de sus extraordinarios logros, pero muertas al fin. Esto es muestra de que la educación, desde el Estado, apunta al etnocidio. El sistema niegan lo que existe. Es una enseñanza acorde a convicciones, partiendo de la eterna idea de que la uniformidad en el país es la clave para consolidar el tan anhelado desarrollo.

¿De qué manera los medios de comunicación y la escuela pueden contrarrestar las desigualdades humanas? Hasta aquí, ni los medios, ni la educación sistematizada plantean acciones que garanticen el reconocimiento y la sobrevivencia de los pueblos originarios, si no por el contrario, fomentan la desigualdad a partir de realidades ajenas, defendiendo de alguna forma los patrones de la cultura exterior, pues no parten del principio ético que conlleva a producir, reproducir y desarrollar la vida humana.

La dominación se opone a la liberación, la ética de la liberación, se define precisamente, como la ética de la vida, pues basa su principio en la dignidad de la vida humana que ha sido azotada por la irracionalidad de un orden ideológicamente dominante. “Esta ética (de la liberación) nos recuerda un hecho fundamental: que toda actividad humana, toda cosmología y cosmogonía, toda cultura o civilización, toda norma moral o positiva, tiene su fuente en la permanencia de la vida humana”.[7]

La ética, y más aun la ética de la liberación implica un compromiso meramente humano, partiendo el conocimiento y reconocimiento del otro y a partir de ahí, generar cambios estructurados internos para interactuar armónicamente frente a la realidad, pues “el comportamiento ético no surge de hábitos o de la obediencia a patrones o reglas”[8].

No es sólo tarea del estado el fomentar el reconocimiento de la diversidad cultural/humana en el país, si no que es un atributo humano reconocer la libertad y soberanía de los otros pueblos, sólo que ese atributo se ha tornado turbulento en aras de ser quienes no somos, pues como diría Varela: “los individuos verdaderamente expertos actúan a partir de inclinaciones extendidas y no de preceptos, lo que trasciende las limitaciones propias de un repertorio de respuestas puramente cotidianas.”[9]

Como hemos apuntado, existe una evidente brecha humana, hay desigualdades sociales y categorías de superior/inferior entre individuos, que en la era de la globalización están, paradójicamente, mas distantes del resto del mundo, no solo en América Latina, si no en otras partes del globo. En algunos países donde emerge el individualismo, se nota una tendencia por ganar dinero, hacer negocio y acumular bienes materiales, está lógica del consumismo es una cara del individualismo, poco a poco se va imponiendo la idea de que uno mismo es responsable de gobernar su propia existencia a partir de lo que posee sin importar ni depender de los demás, aunque estos sean afectados en el proceso. El individualismo, entonces que constituye uno de los grandes desafíos en la ética de la liberación.

Es prudente citar a Rigoberta Menchú, una líder indígena maya, cuyo despertad de la opresión y alzar la voz de los sin voz, le trajo entre otras gratitudes, el premio Nóbel de la Paz:

"Yo empecé a analizar mi niñez -narra Menchú- y llegaba a una conclusión: yo no tuve niñez, no tuve infancia, no tuve escuela, no tuve suficiente comida para crecer, no tuve nada.

Yo decía, ¿cómo es posible?

Relacionaba la vida de los hijos de los ricos donde yo he pasado. Cómo comían los perros, hasta educaban a los perros para que conozcan sus meros dueños y que rechacen hasta a las sirvientas.

Todo eso a mí se me juntaba, y no sabía como compartir mis ideas. Así es cómo yo empecé a tener amigos de otra comunidad [...]

Yo hablaba, ¿Y ustedes qué comen?, ¿Cómo hacen el desayuno?, ¿Qué comen en el almuerzo? [...] Yo puedo decir, no tuve un colegio para mi formación política, sino que mi misma experiencia traté de convertirla en una situación general de todo el pueblo.

Que había ricos y había pobres. Que los ricos explotaban a los pobres; nuestro sudor, nuestro trabajo. Pero eso eran cada vez más ricos.

Luego, el hecho de que no nos escucharan era un despacho, que teníamos que hincarnos ante las autoridades, era parte de toda la discriminación que vivíamos los indios...".

"Los ricos vienen desde allá donde está el gobierno de los ladinos, el gobierno de los ricos, hasta los terratenientes. Ya empezamos a ver más claro las cosas, y, como decía, no nos costó entender que había que luchar junto con los demás.

[...] Empecé a viajar por diferentes lados. Consultando todas las cosas [...] Entonces entendían mejor a mis hermanitos, mis hermanos".[10]

Rigoberta Menchú, nos muestra un panorama desolador, es un fiel testimonio de la sobrevivencia india en la cultura dominante en un país centroamericano de etnia maya que se ve desplazado por un imperialismo norteamericano. Menchú se reconocío oprimida, excluida en todos los sentidos, se supo afectada y eso es el primer paso, pues “la ética de la liberación señala que la conciencia de saberse afectado (cuando se es excluido) es ya fruto de proceso de concientización liberador. El tiempo inmemorial radica, entonces, en que el afectado no tiene conciencia de ser afectado”[11]

La ética de la liberación tiene muchos desafíos que por momentos parecen cercanos y por momentos parecen lejanos de alcanzar en un escenario cada vez más desolador. Es necesario que actuemos ya, no queda de otra. Dussel se pregunta: ¿Intentar luchar por la liberación en tiempos de triunfo del dogmatismo neoliberal, del capitalismo transnacional en proceso de globalización?[12]

Una ética de la liberación implica ir contra la corriente, oponerse a los principios de la clase dominante, dejar a un lado buena cantidad de prejuicios y sobre todo asumir que es posible una ética de la liberación de los pueblos en América Latina.


Texto por Yovegami Ascona Mora


BIBLIOGRAFÍA:

Bonfil G. (1987) México Profundo, una civilización negada, México Editorial Grijalbo

Burgos E. (1983) Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, Seix Barral.

Dussel E.(1998) Ética de la liberación en la edad de la Globalización y la exclusión, UNAM - UAM-1.

Dussel E. (2008) 1492 El Encubrimiento del otro Hacía el Origen del Mito de la Modernidad, La Paz Biblioteca Indígena

Millan , M. (2006) Ética de la Comunicación, en Comunicación para el Desarrollo de México, AMIC.

Sáenz, Ineés (2011) Lipovetsky, Gilles La Cultura-Mundo respuestas a una sociedad desorientada Barcelona, Anagrama, 2010 ". En: Milenio Semanal, número 698, p. 57-65.

Varela F. (2003) La habilidad ética, Barcelona, Debate.


[1] Cifras adoptadas por el Programa Nacional para el Desarroll5o de los Pueblos Indígenas 2001-2006 y que aparece también consignada en diversos documentos oficiales.

[2] DUSSEL, E. Ética de la liberación en la Edad de la Globalización y de la exclusión, p. 17.

[3] DUSSEL, E. Ética de la liberación en la Edad de la Globalización y de la exclusión, p. 15.

[4] VARELA, F. “La Habilidad ética” p. 56

[5] DUSSEL, E. Ponencia “Crisis civilizatoria y fin del modelo neoliberal” en el marco del Foro Social Mundial México, DF 2008.

[6] “Concientizar para liberar”, En contacto (México), 8 1971.

[7] MILLAN, M. (2007) Ética de la Comunicación en Comunicación para el Desarrollo de México, p. 114

[8] VARELA, F. La Habilidad ética, p. 57

[9] Ibid

[10] Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, 1985.

[11] DUSEL, E. Ética de la liberación en la Edad de la Globalización y de la exclusión, p. 418.

[12] DUSSEL, E. Ética de la liberación en la Edad de la Globalización y de la exclusión, p. 495.

1 comentario:

Xabo Martínez dijo...

Hermosa ponencia, hay que meditarla y extraer sus consecuencias.

Un abrazo